domingo, 21 de marzo de 2010

Preámbulo a las instrucciones para configurar un celular

Lo que van a leer a continuación es puro y liso sacrilegio. Hace rato que tenía ganas de hacerlo, pero mi moral no me lo permitía. Dado que finalmente acepté que no tengo moral, decidí realizar esta pequeña herejía. El texto que sigue es una adaptación 2010 del cuento de Julio Cortázar "Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al Reloj". Mi intención, simplemente, es demostrar cómo aquello que Don Julio escribió hace casi 50 años hoy sigue siendo perfectamente válido, con apenas un cambio de figuritas. Luego de mi sacrilegio, el original.



Pensalo: cuando te regalan un celular te regalan una pequeña cárcel tecnológica, un GPS virtual, un rastreador inseparable. No te dan solamente el móvil, que los cumplas muy felices
y esperamos que te dure porque costó unos buenos pesos, un Blackberry 8520 con Wi-Fi y conexión a redes sociales; no te regalan solamente ese soporte multimedia que vas a llevar a todos lados. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que conectar a tu cuerpo con su headset como un apéndice desesperado que se desprende de tus orejas. Te regalan la necesidad de ponerlo a cargar cada noche, la obligación de recargar crédito para que siga siendo un celular; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en la tele, de escribir o contestar mensajes en cualquier momento, de saltar cuando escuchás “Two princes” de Spin Doctors aunque no sea realmente una llamada entrante. Te regalan la necesidad de controlarlo todo el tiempo para ver si hay alguna novedad en el Face o en Twiter. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu celular con los demás celulares. No te regalan un celular, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del Blackberry.


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj - Julio Cortázar


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

1 comentario:

  1. Ya tenía razón Cortázar en su momento y usted le dió un nuevo giro. Los relojes ya fueron. Ahora son los celulares. Seguimos siendo regalos sin saberlo, lo parió...

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