viernes, 26 de marzo de 2010

Pentagrama

Mi


En La Trastienda tocaba Manu Chao. Mientras aquellos precavidos que habían comprado sus entradas con anticipación hacían la cola para ver el espectáculo, otros procuraban conseguir las últimas localidades disponibles, ya sea en la boletería o a través de los revendedores que nunca faltan para este tipo de ocasiones. El show estaba anunciado para la medianoche. Todavía faltaba más de una hora y la vereda de la calle Balcarce estaba colmada de gente. Durante un buen rato todo estuvo en calma. Esta se quebró cuando uno de los que buscaba conseguir sus entradas golpeó hombro contra hombro al pasar a uno de los que hacía la cola para entrar. Lo golpeó con suficiente fuerza como para que el otro dudara de que fuera un accidente, y al pasar dijo por lo bajo:
-Parásito hijo de puta…
La reacción del atacado no se hizo esperar.
-¿Qué te pasa, la concha de tu madre?
-Gordi, no le sigas el juego por favor… -dijo la mujer que lo acompañaba.
-Que sos un parásito hijo de puta –repitió el agresor ahora en voz bien alta-, y que tenés bien merecido lo que te pasa.
-¡Vení y decímelo en la jeta, la reputísima madre que te reparió!
-Gordi, por favor…
-¿Qué te pensás, que te tengo miedo, la concha de tu hermana?
-¡Vení y decímelo en la jeta, entonces, cagón!
El otro se acercó y apenas estuvo a su alcance recibió un derechazo que le hizo sangrar la nariz. Enseguida se recompuso y se le tiró encima al otro, de manera que en segundos ambos estuvieron en el suelo peleando a mano limpia. El resto de los presentes trató de interceder para separarlos, y hubo más de uno que recibió un buen golpe en el intento.
En ese momento pasó un autobomba por Belgrano rumbo al Bajo con la sirena a toda máquina.

Sol

-¿Te parece? –preguntó Francisco.
-Ponga. Esta mano y ganamos, asegurá la primera –contestó Rodolfo.
Francisco apoyó el ancho bueno sobre la mesa. Juan miró a Tulio.
-¿Tanto?
Por toda respuesta Tulio dejó caer los párpados al tiempo que negaba con la cabeza.
-Vamo con cuidado. Estos dos están cargados.
Juan apoyó el cuatro de copas y se quedó callado. Rodolfo preguntó:
-¿Para el tanto cómo andamos?
-Maso pero no perdemos nada.
-Envido, entonces.
-No se quiere –contestó Juan.
Rodolfo soltó un rey y Francisco gritó.
-Bueno, truco, entonces.
-Y, ya no queda otra. Queremos.
-Quiero retruco –subió la apuesta Tulio-. Y si ganamos, ganamos.
-Quiero –contestó Francisco antes de dejar en la mesa un tres.
Juan puso una sota y dijo:
-Voy a esa.
Rodolfo miró fijo a Francisco y dejó en la mesa el siete de copas. Tulio tiró el siete de oros.
-Saltó –dijo Francisco.
Acto seguido Tulio puso un triste cuatro de espadas.
-Estamos en tus manos, Juan.
-Quiero vale cuatro –gritó Francisco.
-¿Y qué querés –preguntó Juan-, que te diga que no? Quiero.
Francisco tiró un tres. Triunfal, Juan puso el siete de espadas que atesoraba entre sus manos.
-¡Bueno, se acabó la joda, incendio en Paseo Colón y Carlos Calvo!
De inmediato todos se levantaron y corrieron a ponerse los uniformes. En segundos alistaron el autobomba y salieron rumbo al siniestro a toda velocidad con Tulio al volante.
En la mesa quedó el ancho de bastos que marcaba el triunfo de Rodolfo y Francisco.

Si


Verónica se levantó como cualquier día. Siete de la mañana arriba y a desayunar con Augusto. Por suerte no era un día más, era viernes y apenas doce horas la separaban del ansiado fin de semana. Como de costumbre, bajaron juntos en el ascensor rumbo al estacionamiento.
-Hoy lo voy a rajar a Bordenave.
-¿Y eso por qué?
-Parece que está metiendo la mano en la lata.
-¿Y hay pruebas?
-Todavía no, pero el directorio ya acordó desvincularlo de la empresa. Las pruebas van a estar en los estados de cuenta que me pienso traer hoy en la laptop.
-¿Y se afanó mucha guita?
-Aparentemente cerca de doscientos mil pesos. Mucha guita.
-Tené cuidado, por favor, querida.
-No te preocupes Agu, yo lo puedo manejar y además en el edificio hay seguridad. No me va a hacer nada.
-Vos cuidate, nomás.
-Quedate tranquilo, corazón. Ser gerenta de RRHH tiene sus implicaciones desagradables, pero va a estar todo bien.
La 4x4 fue por Paseo Colón, Alem, Figueroa Alcorta, Lugones, General Paz y Panamericana hasta Olivos. Entraron al estacionamiento de la empresa y luego a sus respectivas oficinas.
-Augusto, más o menos a las once mandame a Bordenave a mi despacho.
-OK.

A las once y diez Bordenave entró en el despacho de Verónica. A las once y veinticinco salió del despacho para vaciar su escritorio y volver a su casa.

Para las cinco de la tarde Verónica tenía un nivel de agotamiento importante. Cuando se encontró con Augusto en el estacionamiento no pudo evitar un suspiro de cansancio.
-Llegamos a casa y pedimos unas empanadas. Hoy me quiero acostar temprano. No doy más.
-¿Cómo te fue con Bordenave?
-Pegó un par de gritos, pero nada grave. Para mí que se dio cuenta.
-¿Te acordaste de las cosas que tenés que revisar?
-Sí, las llevo en la notebook.
-¿Y es realmente necesario que mires eso en tu fin de semana?
-Mi amor, sabés que a veces mi laburo no tiene horario…
-Sí, pero también tenés que descansar, cielo. Mirá el stress que tenés.
-Amor, voy a estar bien, quedate tranquilo.

Llegaron a casa y subieron por el ascensor. Verónica se pegó una ducha y después de ella Augusto. Ella se quedó después mirando Los Simpsons mientras esperaban las empanadas. Augusto bajó a buscarlas, cenaron y después Verónica tomó un tilo.
-Amor, yo me voy a acostar –le dijo luego a Augusto.
-Que descanses, cielo. Yo me voy a quedar un rato más mirando la tele.

Todavía no eran las ocho y media de la noche cuando Verónica se tomó un Valium y se metió en su cama. Cinco minutos después estaba durmiendo.

Re

-Gordi, ¿A qué hora es el concierto?
-Está anunciado para medianoche. Con que estemos allá diez y media tiene que estar bien.
-¡Buenísimo! ¡Me muero de ganas por estar allá!
-¿Nunca viste tocar a Manu?
-No, hasta ahora nunca.
-Vas a ver que te gusta. Yo voy a llegar a casa más o menos a las seis y media. Tenemos tiempo de tomarnos unos mates y prepararnos bien. Después si querés cenamos algo livianito en Puerto Madero y nos vamos al recital.
-Dale. Yo en el almuerzo veo si me compro algo para estrenar esta noche.
-Ah, ¿para el gallego ese estrenás ropa y para mí no? Qué bonito, eh.
-Mmm lo que voy a estrenar para vos no lo va a ver nadie más que vos…
-Suena lindo…
-¿Púrpura con encaje te suena mejor?
-Bueno, mejor dejalo ahí porque estoy en el laburo.
-Jajaja, está bien. Nos vemos a la tarde en casa entonces.
-¡Bordenave!
-Me llaman, te tengo que dejar. Esta noche Manu Chao en la Trastienda. Te quiero, dulce.
-Nos vemos después, Gordi.
-¿Qué pasa, Augusto?
-Mi mujer te quiere ver en su despacho. Es importante.
-¿Sabés de qué quiere hablar?
-No me corresponde. Que te lo diga ella.
-Ok. Voy a verla entonces.
“Lameculos de mierda” pensó Bordenave mientras iba al despacho de Verónica.

Fa



La conversación de Augusto con su esposa lo dejó intranquilo. Bordenave era un buen chivo expiatorio, pero si Verónica revisaba esos estados de cuenta él estaba jodido. Ya hacía tres años que estaba jugando al marido amoroso con ella y tenía las pelotas un poco llenas.
La idea surgió cuando fue a buscar a Bordenave. Manu Chao toca en La Trastienda, son menos de diez cuadras de su casa. Por Internet averiguó que el show se anunciaba para medianoche. A lo mejor podía armar algo. Durante el almuerzo se acercó hasta la estación de San Martín y compró un chip de Movistar.
Como de costumbre, especialmente los viernes, Verónica se empastilló para dormirse. Podía estar la filarmónica de Buenos Aires tocando la Cabalgata de las Walkyrias al lado de ella y no se iba a despertar. Su notebook estaba sobre la cómoda, junto a la ventana. Al lado estaba el iPhone. Augusto apoyó el hornito aromático sobre el iPhone, de manera un tanto precaria. Luego salió del departamento y caminó por Paseo Colón en dirección a Belgrano. Cuando llegó trató de conseguir entradas, pero era esperable que estuviesen agotadas. Preguntando localizó a un revendedor y así obtuvo su localidad. Para entonces ya eran casi las once de la noche. Se fue aparte y sacó su celular. Cambió el chip por el que había comprado a la tarde y llamó a su esposa. El celular sonó seis veces antes de que saltara el contestador. Con eso debía ser suficiente. Volvió a cambiar el chip y borró el registro de la llamada. Luego calculó.
El hornito estaba sobre el borde del iPhone. Verónica siempre dejaba su teléfono en vibrador. El hornito, que ya debía estar seco, caería sobre la notebook. Ésta aún tenía el plástico protector sobre la tapa, así que no tardaría mucho en empezar a quemarse. Apenas lo hiciera, el fuego alcanzaría las cortinas. Al ser sintéticas, las cortinas quemadas caerían sobre la alfombra como fuego líquido. En menos de cinco minutos la habitación donde dormía Verónica estaría en llamas.
En ese momento vio a Bordenave. Iba con una mujer, posiblemente su esposa. Pasó a su lado y sin disimular golpeó su hombro con fuerza mientras por lo bajo decía:
-Parásito hijo de puta…
Mientras la gente de la entrada trataba de separarlos escuchó el autobomba que pasaba a toda velocidad por la esquina y supo que su plan marchaba bien. El departamento se incendiaba y él tenía una coartada perfecta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribieron en esta hoja

Life is a Piece Of Sheet's Fan Box