viernes, 11 de diciembre de 2015

Duelo

Cerca del mediodía abrió la puerta de su casa. Se había excusado en el trabajo; estaba claro que en esas condiciones no podría seguir trabajando. Fue directo al living. Se sentó en el sofá y prendió el televisor. El estómago le crujía, ¿cuándo había comido algo por última vez? Era jueves; creía que el martes. A lo mejor también sería buena idea ir al baño.
No se movió del sofá. En la televisión estaba pasando algo importante. Un cambio de gobierno, algo así. En una época, hacía algunos miles de años, le había interesado la política. Solía charlar con ella intensamente, de eso y de todo. De hecho podían pasar horas hablando sin que los temas dejen de surgir, parando solamente para hacer el amor una y otra vez, encerrados en su pequeño monoambiente de soltero. Pero eso había sido hace mucho y ella ya no estaba. En la casa aún estaba fresca su huella. Los muebles estaban en el mismo lugar que ella había elegido cuando los compraron. Allí seguían las boludeces que ella compraba por puro arranque y que adornaban las paredes que de otro modo estarían vacías. La mitad de los libros de la biblioteca eran suyos, y buena parte de los CDs. Hasta el wallpaper de la computadora lo había puesto ella. Era una foto de sus vacaciones juntos en Rio Grande do Sul, un par de eones atrás. Allí se los veía en traje de baño, montados sobre una roca, en el medio de un lago con una cascada de fondo. Creía recordar que en aquella época habían sido felices. Juntos.
Pero eso había sido hacía mucho tiempo y ya habían pasado las eras geológicas. Ahora todo había cambiado.
Sonó el celular. Nada importante, notificación de Facebook. Ya acumulaba 36, 75 mensajes de Whatsapp de tres grupos y varios mail, además del aviso de corte de la compañía celular. Un olor a rancio llegaba desde la mesa del comedor. Era su cena del martes. Bah, la mayor parte de ella. Tres moscas sobrevolaban, interesadas. Otras tres se estaban encargando de la del domingo. A él se le ocurrió ir a tirarse a su cama, pero estaba demasiado lejos. Se acomodó en posición fetal en el sofá. Sería bueno tenerla a ella para hace cucharita, pero ella ya no estaba. Se cruzó por su cabeza el recuerdo de la textura de su piel, sus dedos recorriendo su espalda mientras dibujaban en cada centímetro cuadrado de ese lienzo magnífico. Pero, ¿para qué? Ella ya no estaba. Tampoco sus cosas, que se había llevado mientras él trabajaba. También se había llevado a sus amigos, reunidos cuidadosamente entre los dos durante años. ¿Se había llevado algo más? Seguramente. No importaba demasiado. Con lo que había dejado a él le alcanzaba. Una casa vacía, un corazón frío, un sofá y sus recuerdos. Él ya había pasado por la negación, la ira y la negociación. Ahora solamente le quedaba, algún día, aceptar. 

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