La edad trae experiencia. Y a mí experiencia me sobra.
La invité a pasar a mi piso. En general trato de ir a un lugar neutro, pero cuando la persona me interesa la llevo a mi casa. Casi siempre son mujeres, pero cuando uno ha tenido tanto a veces se hastía y quiere probar otra sangre. Aunque no hay como el sabor de una tierna mujer en su plenitud. De manera que la hice pasar y la invité a ponerse cómoda. Luego le serví un trago y clavé en sus ojos esta mirada irresistible con la que he sido dotado. Nadie ha logrado mantener sus defensas ante mi mirada. Entonces, sólo fue cuestión de disfrutar lo que ya había obtenido. Ella, juguetona, se dejó quitar la ropa. Yo observé su piel de satén, sus piernas de atleta, su culo de gimnasta y su vientre de odalisca. Con ganas tomé entre mis manos sus pechos firmes y duros como dos manzanas deliciosas, e igualmente dulces. Ella se dejaba hacer hasta que en un momento tomó la iniciativa y comenzó a lamer mi pija con ternura primero, luego con deseo, hasta engullirla con pasión desenfrenada una y otra vez. Yo me dejaba placentero, conciente del postre que me esperaba al final. Seguíamos aún en el living, de manera que la llevé hasta el ventanal y allí, contra el vidrio frío que gobernaba desde el piso 21 a esa Buenos Aires invernal, y despojados ambos de la prisión de nuestras ropas, comencé a disfrutar sobre ella de mis sentidos. Primero el tacto. Recorrí con la yema de mis dedos su cuerpo de una perfección difícil de encontrar. Me dejé deslizar por su cuello como un presagio, por sus hombros, me tenté con las rojas frutillas de sus pezones rebosantes de vida, sentí el calor y el color que dormían en la cara interior de sus muslos.

Y aún tras ella, con los cuerpos recuperándose del placer, me acerqué hasta su cuello y hundí mis colmillos en su yugular. Su esencia comenzó a manar en finos chorros escarlata, y mi boca la bebió gota a gota. Los científicos jamás comprenderán cuanta diferencia hay en el sabor de la sangre antes y después de un orgasmo. Poco a poco esa vida que sentía hervir en su interior la fue abandonando, hasta que saciado mi apetito, y antes de que partiera hacia donde ya no la podría rescatar, abrí un tajo con mi uña en una de mis venas y la convidé a beber de ella. Entonces recuperó el color y la vitalidad. Acababa de morir, es cierto, pero también acababa de nacer a una nueva y larga vida junto a mí. Había sido elegida.
No es común que nos reproduzcamos. Si lo hiciéramos inundaríamos la tierra y pronto nos quedaríamos sin comida. Por eso cada tanto elegimos a una de nuestras víctimas entre todas para que nos acompañe. Hace dieciocho años elegí por última vez, y mi compañera resultó una de las mejores que he tenido en estos siete siglos de existencia. Pero ya es hora de que haga su propio nido, y lo sabe. Hace varios meses que estoy eligiendo una nueva hembra para que esté a mi lado, de entre muchas candidatas que fui encontrando en Internet. A veces la tecnología puede ser una ayuda inestimable.
Ella no está esta noche en casa. Nunca está cuando salgo de cacería. Cuando vuelva le presentaré a la nueva integrante de la familia. Ahora corro las cortinas, pronto llegará ese amanecer que nunca más volveremos a ver. Es hora de descansar.
Mañana la eternidad te espera.
EXCELENTE, MUY BELLO. EXTASIA LOS SENTIDOS DE AQUELLOS QUE ESPERAMOS POR UN ESCLARECIMIENTO DEL DIA BAÑADO EN ETERNIDAD....GRACIAS
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