sábado, 10 de octubre de 2009

Blues del Gato

(Animate, dale play)




Se llamaba Poe. Tenía unos ojos verdes profundos e hipnóticos, y un pelo negro largo y sedoso. Confieso que a veces me intimidaba. Katja se reía, decía que no me tenía que preocupar por Poe, que era su amigo y su compañía. Lo cierto es que el gato siempre estaba presente, siempre mirándonos. Las noches en que estábamos juntos, siempre en su depto, haciendo el amor durante horas, la mirada de Poe se clavaba sobre nosotros, como si fuera un silencioso voyeur observando nuestra intimidad. A Katja la excitaba eso, lo sé. Pero a mi su presencia nunca me gustó del todo. Ese era mi momento, mío y de ella, y no estaba dispuesto a compartir protagonismo con una bestia de cuatro patas. Pero para ella era su debilidad, y yo debía respetarlo. De no ser por ella, con gusto lo hubiera revoleado por la ventana merced a una patada bien puesta.
Poe me miraba. Esta vez estuve realmente tentado a darle esa patada redentora, pero me contuve. En lugar de eso lo tomé con mi mano derecha del collar de vinilo negro con su nombre que Katja le había puesto y lo encerré en el baño. Él se dejó llevar mansito, pero a los pocos minutos estaba nuevamente conmigo. Estaba claro que quería ser mi pesadilla.
La habitación necesitaba un poco de orden, es cierto. Katja nunca fue la mujer más prolija que conocí, pero en esta ocasión era demasiado. Fui al lavadero y busqué elementos de limpieza. Encontré todo lo que hacía falta, Katja era disciplinada con ese tipo de cosas. Así que simplemente me agaché y me puse a limpiar.
Katja era divina. Nuestra relación ya llevaba un par de años, y por mi parte no hacía más que afianzarse. Jamás la visitaba con las manos vacías. Depende el humor del día podía llevarle champagne, o un muñeco de peluche, o chocolates (que le encantaban, pero le producían tal culpa que me puteaba mientras se los devoraba). Era una muñeca, la mujer de mis sueños. Veinticinco años, piel tersa apenas bronceada, cabello rubio largo y sedoso. Su sonrisa iluminaba cualquier ambiente y sus tetas daban para quedarse el resto de la vida durmiendo entre ellas. Tenía un culo espectacular y generoso, y la vagina más bella que jamás haya visto. Y esos ojos, verdes y profundos como los de su gato.
Mi vida es sencilla y rutinaria. Tengo un trabajo aburrido que me insume muchas horas. No gano mal pero tampoco excesivamente bien. Mis padres me dejaron una casa modesta pero bien ubicada. No tengo demasiados gastos fijos ni preocupaciones. Mi único vicio es Katja. No ha pasado una semana sin que la visite desde mi divorcio. La tercera parte de lo que gano se lo destino a ella. Se lo merece, es magnífica. Con ella tengo una buena charla, siempre, el mejor sexo que he probado y una dulzura y una simpatía que la convertían en la muchacha más deliciosa que ha pasado por mi vida. Un servicio con Katja me llenaba más que cualquier relación con una "novia". Por eso sentí que me traicionaba cuando me dijo que se iba a retirar.
-¡Voy a dedicarme a la profesión para la que me preparé! –me dijo con una sonrisa en los labios- Hacer esto me encanta, pero mi tiempo ya pasó. Ahora todo el mundo me va a conocer como la Licenciada Moreno, ¿qué tal?
-Podés ser la Licenciada Moreno sin que dejemos de vernos…
-Ay, amor… sabés que eso no es cierto… no es compatible ser Licenciada en Sistemas y hacer lo que hago… Ya vas a encontrar otra chica mejor que yo…
-¡No quiero otra mejor que vos! ¡No quiero una puta barata que me chupe la pija por un par de mangos! ¡Yo te quiero a vos!
-Bebé… no me podés tener más ya… dale, aprovechemos nuestra última noche. Vení con mami.
En todo el tiempo que estuvimos juntos le llevé muchos regalos. Uno de los que más le había gustado era una estatuilla de bronce que representaba a una mujer alada sin cabeza y sin brazos. Ella la llamaba la Victoria de Samotracia. Creo que ni siquiera llegó a darse cuenta de cuando le golpeé la sien con ella. Fue en un solo movimiento, rápido e incontenible. Apenas lo entendí cuando vi su cuerpo en el suelo y la sangre que empezaba a manar de su cabeza. Primero traté de limpiar la mancha de sangre, pero pronto me di cuenta de que no tenía demasiado sentido con el cadáver ahí, tirado en el suelo. Entonces me dediqué a borrar cuidadosamente mis huellas de la habitación. Empecé por la estatuilla, por supuesto, pero luego me ocupé de botellas, vasos, espejos, picaportes, todos aquellos lugares donde había apoyado los dedos. En un par de horas el lugar estaba impecable y sin restos de mi presencia. Antes de irme le hice una última caricia a Poe en el lomo.
Sé que hice mi trabajo de limpieza a conciencia, pero los forenses encontraron mis huellas y restos de su sangre en el collar de Poe de cuando lo llevé al baño.
Finalmente, el gato de mierda me mandó en cana.
Cuando salga me compro un perro.

2 comentarios:

  1. Tenebroso...
    Te comento allá, por acá.... en fin... soy de Racing, soy de seguir a todas partes, je...
    Besos Muri!!!

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  2. kjaksjakska Ta weena xd

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