sábado, 7 de noviembre de 2009

Delirio

El salón era enorme, inabarcable. Ciertamente estaba oscuro, apenas se podían adivinar sus esquinas en la penumbra. Él se preguntaba qué hacía ahí.

Entonces se prendieron las luces. No las del salón en general, sino las del auto. Por lo que se alcanzaba a ver, parecía un Mini Cooper. Luego se escuchó arrancar al motor. Él no pudo dejar de notar que el auto apuntaba directamente en dirección hacia donde él estaba.

El auto salió arando, él tuvo tiempo justo para correrse antes de que lo atropellara. El auto frenó en seco y dio la vuelta. Nuevamente le apuntaba.

Él empezó a caminar hacia los lados. El auto lo empezó a seguir. Lentamente. Él trato de acercarse, pero cada vez que lo hacía el auto retrocedía. Un par de veces hizo el amague de arrancar y atropellarlo. El auto de a poco fue ganando terreno. Más y más. Hasta que finalmente lo arrinconó contra la pared. El auto arrancó a toda velocidad rumbo a su encuentro. Él apenas alcanzó a saltar hacia la derecha. El auto chocó contra la pared y la perforó, dejando entrar la luz del día. El se asomó por el agujero y alcanzó a verlo (efectivamente era un Mini Cooper) marchándose a toda velocidad por el camino de tierra. Salió y se encontró en medio de la jungla.


Empezó a abrirse paso a través de la vegetación. Con una mano tomó el machete que llevaba a la cintura y se puso a cortar lianas y enredaderas varias. Pronto llegó a una pirámide. La rodeó a lo largo de su perímetro hasta que finalmente llegó a la escalera que le permitía subir. No serían menos de quinientos escalones. Comenzó a subirlos. El sol lo estaba cocinando.

El primer dardo cayó en el escalón de piedra que estaba justo frente a sus ojos. Eso le permitió advertir el peligro y correr para evitar ser alcanzado. A medida que subía el alcance de los proyectiles tenía que ser mayor, de manera que los dardos pronto se convirtieron en piedras y luego flechas y mas tarde balas. Él logró esquivarlas durante todo el camino. Por fin llegó a la cima de la pirámide donde estaba el helipuerto. Se subió al helicóptero, tomó los controles y comenzó a volar. No tardaron en aparecer por sus flancos dos helicópteros más que venían a darle caza. Estaban equipados con sendas ametralladoras que no dudaron en usar para tratar de derribarlo. Él los esquivó un buen tiempo, pero al fin un proyectil certero hizo impacto en el motor y él comprendió que debía saltar. Se acomodó el paracaídas y se arrojó al vacío sin demasiada idea de adónde iba a parar. A medida que se acercaba al suelo notaba como su trayectoria lo llevaba directamente hacia una claraboya en un edificio grande, muy grande. Él pasó a través de ella y se encontró en un salón.

El salón era enorme, inabarcable. Ciertamente estaba oscuro, apenas se podían adivinar sus esquinas en la penumbra. Él se preguntaba qué hacía ahí.

3 comentarios:

  1. ¡UUUUUUUUUUHHHHH! ¿Le debo decir a que me hizo acordar? Creo que no, ¿no es cierto?
    ¡Siete tomos me comi para esto!

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  2. Claro que sí! De todos modos, creo que no existe mejor frase para abrir y cerrar una saga que "El hombre de negro huia a través del desierto, y el pistolero iba tras el". Tome el detalle como un mínimo homenaje...

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  3. El blog de Angel Cappa. Besossss

    http://cappadt.blogspot.com/

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