martes, 22 de septiembre de 2009

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El cuerpo de Lord Dambry estaba tirado en el medio de la sala de estar. Todos los invitados observaban con la boca abierta. La noche estaba cayendo sobre el delta, y la tormenta hacía rato que había dejado anegada la mansión de Lady Rockwell. Nadie podría entrar o salir de la isla privada hasta que las aguas no bajaran.

El Inspector Lancaster reunió alrededor de la mesa del comedor principal a todos los presentes. Él había sido invitado personalmente por Lady Rockwell para la presentación en sociedad de su libro de sonetos. Era un secreto a voces que Lord Dambry y Lady Rockwell eran amantes, de manera que Lord Rockwell era el principal sospechoso a investigar por Lancaster. Sin embargo, Rockwell recordó a los presentes que Lancaster era un conocido ludópata, y que mantenía con Dambry severas deudas de juego, lo que inmediatamente lo convertía a él mismo en sospechoso. El dueño de casa no pudo seguir elaborando su teoría porque una súbita descompostura lo llevó a vomitar sobre la mesa valuada en £20.000. Un minuto después Lord Rockwell estaba muerto.

El doctor O’Shaugnessy fue terminante. Lord Rockwell había sido envenenado. Los dedos de los siete comensales que aún vivían apuntaron al Inspector Lancaster. Todos excepto Lady Rockwell. La dama, aún conmocionada por haber perdido a sus dos hombres en la misma noche, declaró que le constaba que Lancaster era un caballero que se hacía cargo de sus deudas y que el dinero que le debía a Dambry había sido correspondientemente saldado más de un mes atrás, por lo que Lancaster no tenía motivos para cometer el crimen. Para esto las ocho personas se habían movido hacia el salón principal, donde la gran araña de cristal cedió y cayó sobre las cabezas de Lord Pyrus y su joven hija Amanda. Tanto la dueña de casa como el Inspector estaban consternados, ya que ahora era evidente que estaban siendo asesinados uno por uno, y aún no tenían idea de quién era el responsable de esas muertes.

Esto quedó confirmado cuando Sir Arthur Row decidió ir al toilette para enjugarse la transpiración. Unos momentos después Lady Rockwell lo echó de menos y junto con el Inspector Lancaster decidieron ir a buscarlo, para encontrarlo horriblemente atravesado por una ballesta en el despacho de Lord Rockwell.

Por supuesto, la pregunta automática fue cuál había sido el motivo para que Row entrata furtivamente en el despacho de Rockwell. Lady Row se encargó de responderla. Su esposo tenía serias deudas con Lord Dambry y con el dueño de casa, provenientes de negocios que ella no alcanzaba a comprender. Si determinados documentos veían la luz era inevitable que lo acusaran de sospechoso. Ahora cualquier duda ha quedado despejada, dijo Lady Row segundos antes de que un alacrán la picara en su pierna derecha. Lancaster alcanzó a pisarlo antes de que atacara a alguien más, pero para ese momento Lady Row ya había fallecido en los brazos del doctor O’Shaugnessy. En ese momento Lady McIntyre sufrió un ataque de histeria y se arrojó por la ventana del despacho. Su cuerpo chocó contra el capitolio de la mansión antes de caer sobre las rejas con punta de lanza.

Nuevamente el Dr. O’Shaugnessy hizo recaer sus sospechas sobre el Inspector Lancaster. Lady Rockwell trató de interceder entre ambos caballeros cuando se cortó la luz de la residencia. Al volver, el cuerpo de la anfitriona yacía entre ambos. O’Shagnessy extrajo un arma de entre sus ropas, pero Lancaster fue más rápido y alcanzó a disparar primero. Una vez que comprobó el deceso del médico, Lancaster guardó su pistola. Entonces, con el camino libre, efectué un solo disparo que le voló la cabeza.

Nunca más volverán a ignorar la presencia del mayordomo estos ricachones.

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